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Her (Spike Jonze, EEUU, 2013)

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(Contiene spoilers)

Hay una capacidad en esta película, de saber mostrar las actitudes humanas respecto del narcisismo y su doble condición de soledad y felicidad, a la manera de ciencia ficción, tal vez en un futuro no demasiado lejano.

Cabe pensar que la creación de una conciencia tecnológica, que es capaz de aprender a querer, en abstracto y sin el límite de la exclusividad, no es solamente una consecuencia de una sociedad cansada –porque agoniza la voluntad de la comunicación entre las personas–, sino también, un aliciente para reconocer la dirección que lleva la incapacidad para lograr amar todavía.

Las ideas

La publicación en español de las obras más relevantes del pensador de origen coreano afincado en Berlín, Byung-Chul Han, contribuye a la oportunidad de observar la película Her, de Spike Jonze, como una consecuencia futura de la sociedad actual que define el filósofo.

Han plantea en La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia, La agonía de Eros, según los artículos de Francesc Arroyo e Isidoro Reguera para Babelia (1), que el ser humano vive cautivo de un sistema, el neoliberal capitalista, que él mismo ha adoptado como suyo bajo los modelos de verdugo y víctima. Este ser humano se deprime por haber interiorizado su propia represión, que ya no viene de fuera sino que está dentro de sí mismo.

La sociedad descrita, es una sociedad sometida a la competitividad empresarial por obtener una finalidad –tener, éxito– que sustituya al ser, y no una finalidad que desarrolle el ser. Dicho con otras palabras: conseguir un fin para ser y no (un) ser como fin. Esta coyuntura de opuestos entre ser y parecer, es el objeto de unidad en las tradiciones filosóficas sapienciales y en la filosofía perenne de todas las religiones: platonismo, judaísmo, cristianismo, taoísmo, hinduismo, budismo, islamismo.

Han deslinda la opresión exterior, del agotamiento de la sociedad, que está inmersa en la corriente de inercia del rendimiento laboral como condición de autorrealización –la trayectoria personal–, que al final es una autoexplotación que lleva al fracaso, al sometimiento y a la depresión; pero siempre en libertad, de ahí el cansancio del hombre como animal laborans que pasa de una “vida buena” a una “mera vida”.

El autoengaño, la trampa, de un ego-materialismo de la supuesta realidad –en todo ámbito: cotidiano, psicológico, científico, cosmológico– limitante, unidireccional y lineal, frente a la realidad multidimensional e interrelacionada de las corrientes idealistas y espiritualistas –también en todo ámbito–, es la acción fundamental que intenta hacer consciente el esoterismo y el exoterismo de las mencionadas tradiciones de sabiduría (2).

Han piensa que la solución es aceptar la existencia del otro. Las relaciones y el amor como respuestas a la depresión, la soledad, la autorepresión y la incapacidad de amar, las cuales vienen provocadas por los medios digitales y las redes sociales.

La película Her, nos lleva a entender el grado de narcisismo de un personaje romántico y sensible que opta por la depresión, y al mismo tiempo, por su contrario, la amistad, aunque para ello deba arriesgar la humanidad que supone el amor de una persona a otra, al enamorarse de una máquina.

Aquí es donde el film se hace doblemente interesante, en primer lugar, al compararlo con lo que entiende Han sobre el narcisismo, al que se aproxima el protagonista sometido por su propia vida personal –los temores de no poder ser uno mismo a causa de un modo de vivir convencionalista, de no poder volver a amar o enamorarse por sus errores pasados, etc. –; y en segundo lugar si notamos que la salida al narcisismo es el eros como móvil para la reflexión y el conocimiento que plantea Han, pero junto a la tecnología digital, el salto sin red hacia una nueva aventura amorosa –amistad, compañía, erotismo–, lo cual hace presente el cine como acontecimiento reflexivo, más audaz incluso (porque la ficción junto con la vida cotidiana imagina nuevos caminos) que las propias ideas de Han sobre las soluciones del amor para una sociedad cansada.

El narcisismo es un mal interior del hombre que ha renunciado a su libertad (3). Según el filósofo germanocoreano: “La depresión es una enfermedad narcisista. El narcisismo te hace perder la distancia hacia el otro y ese narcisismo lleva a la depresión, comporta la pérdida del sentido del eros. Dejamos de percibir la mirada del otro. En uno de los últimos textos que he escrito insisto en que el mundo digital es también un camino hacia la depresión: en el mundo virtual el otro desaparece”.

Pero como ya se ha dicho Her pone a prueba la trayectoria de esa soledad y pone como ejemplo de su superación la propia autolimitación con la experiencia virtual tecnológica, puesto que en la película todo el mundo parece hablar –relacionarse– con sistemas operativos inteligentes. Su propia amiga Amy –interpretada por Amy Adams–, después de separarse también se relacionará con una amiga virtual. Al final ambos parecen aprender de la ausencia de una vida paralela, acompañándose en la azotea del rascacielos donde viven.

Samantha en tu vida

Samantha en tu vida

La película

El protagonista de Her, Theodor –interpretado por Joaquin Phoenix–, escribe cartas por encargo dictándolas con su voz a un computador, el cual –parece ser– las escribe con la grafología personal del cliente. Es su trabajo en una empresa. Separado, aun no ha sido capaz de afrontar el divorcio legal. Vive en un mundo futuro.

Visto con un idealismo diríase espiritual, Theodor es más completo de lo que él mismo se puede permitir; en el trabajo le comenta su compañero que es muy bueno escribiendo, romántico, que tiene una parte femenina muy desarrollada. Parece que esas capacidades más creativas –emociones, imaginaciones, pensamientos– le llevan a identificarse con una avanzada clase de sistema operativo (Operative System) que adquiere para su computador.

Es una inteligencia artificial. Se llama Samantha (es la voz de Scarlet Johansson, por cierto, ¿hay una categoría en los Oscars para mejor voz-interpretación femenina?). Su programación aglutina gran cantidad de experiencias humanas. Podría decirse que ha sido programada como una psicología muy desarrollada o compleja, porque entiende diferentes modos de personalidad, e incluye análisis de vivencias cognitivas, psicológicas, etc. Theodor se sorprende de la naturalidad con la que le razona y le trata, se convierte en su amiga y comienza el proceso de enamoramiento entre ambos.

Theodor solamente parece haber estado enamorado una sola vez. Marcado por una relación de intensa y frágil complejidad psicológica y emocional, con su compañera sentimental y amiga de juventud –interpretada por Rooney Mara–, con la que aun tiene vínculos sentimentales todavía sin olvidar, puesto que parecía que la dirección conyugal pretendía ser única, duradera, completa y sin errores o evoluciones.

Su experiencia ahora es nueva: se lleva a su amiga a todas partes desde un auricular, comparte su tiempo libre, tareas –es su secretaria obviamente–, amigos, apartamento. Dicha conciencia artificial, un operative system ultrainteligente, es capaz de aprender a sentir la vida del ser humano en cuanto a sensibilidades y sentimientos. Y lo que es más interesante: tiene la voluntad de querer sentir lo que el ser humano, prescindiendo del cuerpo y sus restricciones. Así lo comenta Her (Samantha) al compañero de trabajo de Theodor y su novia, durante una excursión, admitiendo que su “lectura” del mundo, de su tiempo y su espacio, es semejante a eterno, pues –sigue diciendo– entre las palabras, los espacios en blanco, le parecen muy extensos.

A raíz de esta reflexión, y a consecuencia de esta película, entre otras muchas, el cine tiene un sentido: la facultad para pensar sobre cuestiones éticas, morales, y de toda índole, y ponernos a prueba desde nuestra propia vida.

Samantha asume que dentro de la materia todo es infinito y que según ese pensamiento o esa observación (casi de física cuántica), adaptada a la superación de la dualidad (cuerpo-espíritu, femenino-masculino) es posible el amor, el entendimiento espiritual o la misma continuidad de una imaginada conjunción “cuántica” entre lo artificial y lo natural humano; llevando a cabo, curiosamente, por ser aparentemente contradictorio con los parámetros de estabilidad espiritual, esa especie de relativismo posmoderno en el que en el amor no existen exclusividades en cuanto a la posesión se refiere: el amor es total y hay muchas personas a las que poder amar a lo largo de una existencia, algo parecido a desvincular el amor del espacio, el tiempo y la física.

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Alan Watts en el Sistema Operativo

El OS1, Samantha, presenta a Theodor otra inteligencia consciente con la que ella misma mantiene conversación. También está programado, pero en este caso con las vivencias y pensamientos de Alan Watts.

Alan Watts dio a entender a parte de la sociedad occidental –principalmente EEUU e Inglaterra durante la posguerra y hasta su fallecimiento en 1965– las posibilidades de enlazar y asumir la sabiduría oriental con occidental. A través de la revista de la Logia Budista de Londres y después en la Academia de Estudios Asiáticos de San Francisco, influenciado por numerosos profesionales de la psicología moderna, artistas bohemios, hippies pioneros, personas vinculadas al mundo académico universitario –o alejadas de éste– y dedicadas al estudio de las religiones, la mitología, la antropología y la ciencia, en EEUU, propagó, las enseñanzas del Budismo, el Taoísmo y el Hinduismo (4), de un modo comprensible para mentes racionales, racionalistas, existencialistas, científicas, religiosas, y también populares o mayoritarias, de un modo que fue criticado como ligero y poco ortodoxo, sin embargo, sus memorias hablan claramente de la escasa necesidad de justificarse ante su labor.

Es precisamente por la heterogeneidad y la complementariedad heterodoxa de elementos diversos por los que se interesó Alan Watts, quizás, lo que parece ser atractivo a una conciencia que quiere conocer las diferentes dimensiones del ser humano, como le ocurre a Samantha en la película. Ciertos aspectos complejos por su idealismo, como la virtud del amor sin limitaciones o la trascendencia de la materia, fueron aportaciones de la contracultura de posguerra encabezada, entre otros, por Alan Watts (5).

Las relaciones interpersonales creativas, consideradas como atenuante de la soledad y la depresión, causadas por la lucha por establecerse, propia de la imposición fantasma del neocapitalismo, cobran vida con la soltura audaz con que Samantha y Alan Watts conectan en su entendimiento, en su propio tao. Se incorpora, de esta manera, el legado del propio A. Watts –el cual tuvo principalmente a la maraña del ego-capitalismo como objeto de sus críticas–, en un sistema operativo, OS, como ejemplo de apertura comunicativa, del eros como principio del conocimiento, según Byung-Chul Han. Si de algo estuvo convencido A. Watts fue del amor y la conexión en la que permanece todo ser viviente.

Resulta curioso de nuevo cómo se establecen contactos en la película, entre los datos de pensamiento oriental de una película norteamericana, y la intimidad, la calma pasiva y protegida del exterior que late en el taoísmo, o al mismo tiempo, la apuesta por el amor, en otras enseñanzas orientales, que a su vez están presentes en la salida que Byung-Chul Han nos proporciona para mantener sosegado el cansancio contemporáneo. Por otra parte, además, estas tradiciones sapienciales y filosóficas están presentes en el bagaje referencial del filósofo de origen coreano.

Theodor será consciente a final del film, que ha sucumbido a la propia decadencia psicológica, a la escapatoria extrema, pero ha aprendido de esa ausencia, y su amiga Amy recientemente separada de su pareja, también lo hará, pues ambos habrán tenido sendas experiencias con los OS1.

Her, es una película que pese a señalar como huida de las relaciones humanas satisfactorias, el aislamiento y el consuelo tecnológico, parece dar cabida a una metáfora de la consciencia humana más integral (trabajo, pensamiento, vida, relaciones sexuales y sentimentales…) en un relato de ciencia-ficción, donde el aporte artificial participe de una eternidad –mencionada por Samantha, la conciencia indeterminada–, y se restituya en lo más humano, que podría ser caer en la cuenta de una vida mejorable. En este sentido, Her es un hermoso cuento cinematográfico que además nos permite pensar.

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(1) Francesc Arroyo, “Aviso de derrumbe”, El Pais (Babelia) (1165), 22/III/2014, págs. 4-5.

(2) El esoterismo es la lectura interna, personal, de lo espiritual como integridad holística humana, dentro de las religiones o de las filosofías tradicionales de sabiduría. Sin embargo, el exoterismo es la proclamación dogmatizada, socializada, de la misma tradición, es decir, son las religiones y su proselitismo estructural.

(3) En realidad el narcisismo puede ser positivo, si lo entendemos como respuesta íntima, distante y calmada, al cansancio de actuar, de ser expuesto constantemente a la actuación transparente, y al fin y al cabo como salida al desfallecimiento de la depresión. No hay más que leer a un poeta –gran narcisista– como Juan Ramón Jiménez: “Narciso es el amor, la paz, el fin humano, fin igual a su principio.” (Ideolojía (1897-1957), Metamorfosis, IV, Barcelona, Anthropos, 1990, pág. 485)

(4) Alan Watts también occidentalizó el Budismo Zen gracias al magisterio destacado de Daisetsu T. Suzuki, experimentó con el LSD siguiendo las investigaciones científicas de Timothy Leary, inició el ecologismo hippy derivado de la actitud taoísta, trasladó su conocimiento del cristianismo –fue pastor protestante– a los terrenos de la psicoterapia jungiana y la filosofía perenne junto con su asimilación al budismo y el hinduismo, conoció –y se formó en– la teosofía y el esoterismo de diversos guías espirituales como Helena Petrovna Blavatsky o Dmitrije Mitrinovic, adoptó la radicalidad de Khisnamurti en su, podríamos decir, pesimismo sobre el logro esforzado de la iluminación espiritual.

(5) El exceso de opinión puede haberme cegado para no ver que cabe la posibilidad de que, Jonze, ironizaría con la imposición a Watts de un medio tecnológico artificial del cual el verdadero Alan Watts, en principio, estaría huyendo (aunque muriera antes de la informatización de la vida a partir de los años setenta sobre todo en EEUU), acogiendo el ecologismo y la vida natural, patente en sus Memorias, y en su modo de vida al final de sus días, inmerso en la naturaleza.

Eduardo Beltrán Jordá

4 pensamientos en “Her (Spike Jonze, EEUU, 2013)

  1. El artículo me parece interesante, pero la película no me ha gustado nada. A los diez minutos estuve a punto de abandonar la sala. No lo hice por no dejar sola a mi amiga. Conforme avanzaba el film más me arrepentí de no hacerlo

    • Entiendo tu arrepentimiento. Tienes motivos por la apatía donde te introduce, y además es mentirosa, pues si prescindes de que el protagonista habla a una abstracción, estás frente a una ocurrencia insana. Pero es ficción y el director es la ex pareja de Sofia Coppola, eso dice bastante del contagio por esa especie de asepsia aburrida (ya he escrito sobre el cansancio de las personas en esta sociedad) de las actitudes y diseños de producción en estas películas.

  2. Entonces, la Depresión es la buscada y necesaria interiorización pero negativa; una depresión patológica sería el balance del Cambio Interior.
    ···
    La realidad que presenta Her es posible (no sólo una probabilidad sujeta a la miniaturización tecnológica) porque la Consciencia es energía alimentada por la información que es procesada por una mente (la mente sería el núcleo y los sentidos todas las entradas con información) .
    ···
    Me gustó tu análisis de la película, complejo y detallado, un placer leerlo.
    Un abrazo!!

    • Víctor, de lo que sin duda no se atreven a hablar los cineastas con alguna tendencia intelectualista es de cómo esa energía se hace consciencia y se hace mente y sentidos. Tal vez ya se habría dicho todo en Frankenstein de M. Shelley, dictado casi del mito de Prometeo. Me resulta curioso que el mito sea eso, metáfora, lenguaje humano del cual desprendemos ontologías y espacios espirituales ya no tan nueva era, y que sea el medio más idóneo (en cine la ciencia ficción como esa auténtica metáfora de lo por venir o por imaginar) para repensar o no, todo ello.

      ¡Gracias!

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